lunes, 12 de noviembre de 2018

Resentida y sola. Todo lo que podía salir mal salió. Mi sueldo bajó a la mitad con mi total. La hipoteca no.
A partir de ese momento, incluso antes si lo pienso, unas Navidades decidí no compartirlas con quien siendo herman@s pensaban que pretendia robar o liar o estafar a mi madre llevada por mi propia locura. Un clima mejor.
Algo pasó. Sólo sé que mi madre no cenó. Sólo bebió. Y habló.
No quisieron mis regalos. No quisieron mi presencia nunca más. No aceptaron hablar conmigo. No hubo explicación de porqué se me apartaba.
Se me extirpó.
Y no he hecho metástasis, no me he reproducido, ni ganado adeptos a mi causa. Es más, quienes me quieren van muriendo. Tampoco consiguen anularme. Tuve que venir hace un año a vivir con mi madre... Y aquí sigo.
No. No estoy agusto. Pero tuve. Y ella tampoco. Pero tuvo. Así que compartimos espacio y pelea.
De qué me sirvió ser tan galla, me pregunto. De qué tan flexible y práctica para ellos. Me despierto y quiero dormir. Dormir... Es mi sueño